De acuerdo con estadísticas oficiales, Colombia es un país groseramente violento. Su tasa de homicidios es del 26.8% por cada 100.000 habitantes con 14.000 muertes violentas en el 2021. Y por sicariato se registraron 8.095 homicidios. Ahora bien, en cuanto a los países con la más alta criminalidad en el mundo, ocupamos el segundo lugar después de la República Democrática del Congo.
Aquí tenemos una guerrilla con más de 60 años de actividad, paracos, clanes, carteles, bandas, oficinas de cobro amigable, delincuencia común, delincuencia organizada y de cuello blanco, ratones de presupuesto público y toda clase de “alias” de todos los tamaños y colores. A todo este sancocho social sumémosle la pobreza monetaria, el desempleo, el narcotráfico y la corrupción en todos los niveles. El día de la madre se matan por amor entre hermanos y parientes. Somos un país de locos, pero hay más locos que nosotros. Putin, que invadió a Ucrania para ampliar su imperio, creyendo que se tragaba a Zelensky como gallina devorando gusano. Le salió una culebra.
Y en este mundo de extrema violencia se libra actualmente una de las más encrucijadas batallas electorales para elegir Presidente de la República, entre la izquierda y la derecha, surgiendo amenazas de muerte a uno de los candidatos opcionados, asunto que no se puede descartar dados los antecedentes que registramos: Jorge Eliécer Gaitán (1948), Jaime Pardo Leal (1987), Luis Carlos Galán (1990), Bernardo Jaramillo (1990), Carlos Pizarro (1990), Alvaro Gómez Hurtado (1995). Y atentados: Ernesto Samper (1989), y en ese mismo atentado, mataron a Antequera. Y a los Presidentes en ejercicio: Alvaro Uribe (2003) en el Huila y a Iván Duque en Cúcuta en junio 25 de 2021.
Muchos dicen que lo de Petro es una estrategia electoral para enfrentar el miedo contra la ira colectiva. Es posible que sea una idea maquiavélica moderna, aplicando las enseñanzas del Arte de la Guerra de Sun Tzu. Pero tengamos en cuenta que los sicarios de Colombia son los más expertos del mundo. Ya estamos exportando esta mano de obra. Santrich era un guerrillero ciego que no pelaba un tiro, disparaba riéndose y cantando. Se voló en una silla de rueda en una noche oscura con los sonidos de un acordeón en Fonseca.
Sobre esto de los atentados en la política, hay un ejemplo, en Soledad (Atlántico), donde un candidato a la alcaldía, cuya bandera era combatir la corrupción, lo asesinaron en plena campaña electoral. Lo sucedió en el tarjetón su esposa quien fue elegida con una copiosa votación de una comunidad enfurecida y ciega de dolor. Su gobierno fue un desastre.
Un magnicidio en este polvorín sería otro “Bogotazo” ampliado a un millón. En 1948, cuando la muerte de Gaitán, saquearon las ferreterías: machetes, hachas y barretones era el armamento del pueblo. Este 29 de mayo votemos por el menos malo, en paz. No le toquemos las nalgas al diablo. ¡Está endiablao!
"Artículo de Francisco Cuello Duarte y publicado en el diario El Heraldo de Barranquilla, Colombia."
FRANCISCO CUELLO DUARTE
CONSULTOR POLÍTICO
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Buena reflexiones deja este editor .es un gran Investigador.
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