La llegada de Daniel Quintero a la alcaldía de Medellín estuvo llena de sobresaltos debido a su terca campaña contra la corrupción, un tema tabú en Colombia donde miles de actores políticos viven de esa actividad, se sienten dueños y señores del patrimonio público transmisible entre sus familias que manejan el poder desde hace dos siglos.
Y quien trate de acabar con esta pandemia en forma abrupta, lo eliminan: física, administrativa o políticamente. Dicha corrupción hay que enfrentarla con la debida mesura, como lo recomendaría el expresidente Turbay: reducirla al mínimo, no acabarla de un tajo, pues esto sería como quitarle el plato a un perro hambriento.
Como se recordará, la hidroeléctrica Hidroituango tuvo un sobrecosto de 6 billones de pesos por la corrupción y la emergencia de 2018 en los túneles y el cuarto de máquinas. Sobre este tema el alcalde Quintero presentó demanda de responsabilidad fiscal contra los contratistas y la Contraloría General de la República respondió exigiendo el pago de esos daños por parte de las compañías aseguradoras quienes a su vez repitieron contra los responsables. Esto le dio una imagen positiva al alcalde Quintero y enfureció a los contratistas y a su grupo político. Les pisó los callos.
Los contratistas afectados y los políticos socios involucrados en el daño patrimonial activaron su mecanismo de defensa iniciando un proceso de revocatoria de mandato que después de una larga batalla no logró su objetivo de tumbar al alcalde Quintero. Pero la guerra continuó. Lo denunciaron por intervención en política en favor del candidato Petro logrando que la Procuraduría, produjera la suspensión provisional del cargo, que antes de ser una sanción disciplinaria, ubican al funcionario investigado en el nivel de mártir. Todos los funcionarios de elección popular son políticos y llegan a sus cargos por la política. Todos tienen candidatos por debajo de la mesa.
La administración pública no se puede manejar con emociones desmedidas. Hay que aplicar la inteligencia emocional de Goleman. El político inteligente vive de los errores de sus adversarios y del funcionario prepotente que no mide sus decisiones. Así es el juego político, una guerra basada en la impostura como nos enseña el filósofo Sun Tzu.
Media humanidad vive de los errores e infortunios de la otra media. Veamos: sin delincuentes no hay policías, sin muertos no hay funerarias, sin pecadores no hay iglesias, sin enfermos no hay médicos ni hospitales, sin locos no hay psiquiatras, sin narcotráfico no hay chiquito malo, ni financiación de campañas electorales, ni clanes, ni guerrilla, sin delitos no hay cárceles y sin conflictos sociales no hay abogados. Y sin las últimas burradas de Putin no crecería el desempleo en Rusia.
Un mundo libre de errores o burradas sólo se encuentra en el cementerio, en el Cielo o en “la tiendecita” de Diomedes Díaz.
"Artículo de Francisco Cuello Duarte y publicado en el diario El Heraldo de Barranquilla, Colombia."
FRANCISCO CUELLO DUARTE
CONSULTOR POLÍTICO
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Muy buena la apreciación de lo que se vive en colombia. Ok