Acaba de terminar una larga campaña electoral para el primer cargo público del país, ejercicio que dejó lesiones emocionales casi irreconciliables en muchas familias colombianas que se dejaron llevar por los diablos que manejan y manipulan las redes sociales, haciendo que el pueblo se enfrente con todas sus herramientas (puños y mordiscos), para defender sus ideales políticos. ¡Esa es la democracia! Gritan algunos ingenuos que seguramente hacen parte de una nómina oficial en un cargo de libre nombramiento y remoción.
Pues a partir de ahora, comienzan las elecciones territoriales con miras a las gobernaciones, alcaldías, asambleas departamentales y concejos municipales. Y en este nuevo escenario, seguirá la guerra – sucia o limpia- e igualmente violenta que la del nivel nacional.
Una campaña electoral es una empresa donde se diseña un proyecto político que tiene una misión, visión, objetivos y una estrategia organizada y apoyada por un equipo de trabajo que con su dinamismo y experiencia lanza su programa de gobierno enfocado a cubrir las necesidades de una comunidad que cree en sus líderes.
Estas campañas electorales han cambiado el sistema de comunicación tradicional, por uno más moderno: la comunicación digital, especialmente las redes sociales (Facebook, Twitter, WastApp, Tik Tok), con un mensaje directo, de doble vía, para interactuar con el elector, volviendo más participativa y deliberativa la actividad política para movilizar a la opinión pública. Así las cosas, político o candidato que no tenga presencia en las redes sociales, está out. Pero, tampoco quiere decir, que el que viva únicamente de las redes sociales, ya está elegido.
Las redes sociales se han convertido en un arma de doble filo, pueden beneficiar o destruir a un candidato, le esculcan hasta los malos pensamientos y le sacan al aire lo bueno y lo malo de su vida pública y privada. Así, que si el candidato tiene lo que se conoce popularmente como rabo de paja es mejor que no se arrime a la candela, porque es posible que salga quemado o chamuscado. Ya lo había indicado Margo Glantz: “las redes sociales son peores que lo imaginado por George Orwell. Él pensó que el Big Brother sería la televisión, pero las nuevas tecnologías han impuesto un autoritarismo terrible, capaz de lavar cerebros, muy distinto al que se efectuaba en los países autoritarios del siglo pasado”.
Por su parte, Cotarelo, nos enseña que “el impacto de la red sobre las elecciones no está en el acto físico del voto sino en el modo de organizar y llevar a cabo las campañas electorales. Muy en especial, la forma en que se administra la comunicación política”.
Sin embargo, no se puede dejar a un lado la función que desempeñan los medios de comunicación tradicionales, pues se complementan con las redes sociales. Igualmente, una plaza pública con el candidato orador en alianza con los mensajes virales. ¿Quién ganará? Quien diga menos mentiras.
"Artículo de Francisco Cuello Duarte y publicado en el diario El Heraldo de Barranquilla, Colombia."
FRANCISCO CUELLO DUARTE
CONSULTOR POLÍTICO
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