En un viaje que hice por Barranquilla, al tomar un taxi cerca al estadio Metropolitano, le pregunté al taxista que cómo estaban los carnavales. Su respuesta fue: caliente. ¿Y la inseguridad? Más caliente, respondió. Y, añadió: “unas bandas cuyos jefes operan desde las cárceles arman su equipo con muchachos, jóvenes menores de l8 años, por aquello del tratamiento especial que les da el Código Penal. Los dotan de una moto nueva, un revolver 38 y un listado de las víctimas, especialmente comerciantes de un sector seleccionado.
Quien no pague la vacuna semanal juiciosamente calculada sobre los ingresos económicos del paciente, le hacen un requerimiento verbal y con señas obscenas, el segundo aviso lleva un lenguaje más agresivo y el tercer aviso es una bomba, una granada o un disparo si el cliente se pone terco. A una señora vendedora de fritos del barrio Chiquinquirá la asesinaron porque se negó a pagar una cuota de 100.000 pesos semanales… Estos muchachos se sienten poderosos porque reciben un salario, sin descuentos, de 1.500.000 mensuales y algunas bonificaciones”. Es el ingreso mensual de ingeniero de sistemas o la mitad del salario de un médico general.
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Esta radiografía del taxista de Barranquilla en materia de inseguridad es el mismo sistema que opera a nivel nacional, donde estas bandas reclutan a los hijos de nadie, bachilleres sin futuro, donde estudiaron materias que en la vida práctica no tienen ninguna incidencia positiva para capotear el hambre que azota a la comunidad especialmente a la niñez, donde tampoco existe una política pública para salvar las vidas de millones de niños que los acecha este monstruo. A propósito, Barranquilla es la ciudad con más hambre en el país y a la vez, la más feliz. Ahora más, con Juan Fernando Quintero en el Junior.
Ministro de Justicia. Nestor Osuna
Lo triste de todo este panorama es que no se avizora una solución cercana sino la propuesta simplista del ministro de justicia de proponer dar salida de las cárceles a un montón de delincuentes para que trabajen de día y regresen al establecimiento carcelario por la noche o queden en detención domiciliaria. Ya la alcaldesa de Bogotá puso el grito en el cielo mientras los otros mandatarios guardaron un silencio de miedo, aun cuando algunos dicen que la medida es positiva para la descongestión de las cárceles.
"Artículo de Francisco Cuello Duarte y publicado en el diario El Heraldo de Barranquilla, Colombia."
FRANCISCO CUELLO DUARTE
CONSULTOR POLÍTICO
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Triste esto que ocurre en Colombia.
Preocupante la situación de inseguridad que, aunque enfocada a una ciudad, nos está afectando a nivel nacional, sin que se vislumbre ninguna solución en el corto plazo.