Es el último acto electoral en la conquista del voto popular. Y casi siempre se da en la penúltima semana del proceso, pues en la última etapa no se permiten actos de manifestaciones públicas ni tampoco la difusión de encuestas, entrando entonces en un período de organización interna y de un silencio estratégico especialmente en cuanto a acuerdos y alianzas políticas de aquellos candidatos débiles cuyas encuestas no le son favorables, pero sus votos muy apetecibles por quienes ocupan los primeros lugares.
El cierre de una campaña electoral es de vital importancia para impactar en la mente del colectivo acostumbrado al olor de pólvora y del estruendo del jingle que pone a vibrar al más muerto. En efecto, un acto de cierre de campaña debe ser extraordinariamente diabólico en su impacto emocional pues la gente se deja llevar de aquellos actos donde el pueblo se vuelca en un río humano por las calles y veredas en apoyo a su líder.
En esta etapa del proceso, se trata de botar la casa por la ventana, donde el mayor peligro es la estrechez presupuestal o la intervención de un asesor genio que recomiende una racionalización del gasto. Es en estos días donde se maneja la mayor cantidad de dinero pues el objetivo es mover las neuronas del elector con actos inolvidables. Así, que quienes no tengan los recursos suficientes para un acto de cierre impactante, que se vaya preparando para el declive de la curva en la intención del voto y observen la cara que ponen los amigos del candidato como lo hacía el muñeco de Donoso.
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Hay que recordar que en estos países latinoamericanos el voto es emocional, pues no somos hijos de esquimales ni venimos de Dinamarca, sino de Cundinamarca y Macondo. Y en este escenario juega mucho la cultura regional de los pueblos. Por ejemplo, un candidato que proponga realizar dos carnavales en Barranquilla (febrero y agosto), ganaría la alcaldía de esta ciudad sin invertir un peso. Vale la pena aclarar que el carnaval de Barranquilla mueve una economía de 60 millones de dólares beneficiando especialmente a miles de desempleados de estratos populares.
Sin embargo, esta última semana es también la más peligrosa, por el movimiento del billete en maletas viejas y bolsas de basura, donde la delincuencia se pone alerta buscando las caletas y el policía pasa de ser autoridad a un elemento sospechoso.
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"Artículo de Francisco Cuello Duarte y publicado en los periódicos El Heraldo, El Meridiano, Diario del Huila, Causa Guajira y el semanario La Calle."
FRANCISCO CUELLO DUARTE
CONSULTOR POLÍTICO
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