Como diría nuestra reina en Panamá: la inflación es como la confusión de Confucio, es todo lo que está inflado, como está sucediendo actualmente en Colombia con el aumento exagerado de los precios en los bienes y servicios, especialmente en los alimentos. La inflación es el azote del pueblo, con incidencia dramática para quienes tienen los más bajos ingresos. Colombia registra una inflación del 13.12%, mientras que Argentina, el 97% y Venezuela, con el 305%, una verdadera tragedia en el manejo de la economía de estos países.
Sus causas tienen origen en la oferta y demanda que juegan en el mercado. Para el caso de Colombia parece que se trata de una inflación por costos donde muchas empresas necesitan subir el precio de sus productos para mantener mayores márgenes de beneficio, alegando que hay incremento de precios de la materia prima por causa del Covid, la guerra en Ucrania, el aumento de la tasa de interés por parte de la Reserva Federal de los Estados Unidos y el incremento del salario mínimo, cuando la realidad es otra cosa muy distinta.
Se trata de una descarada especulación, no una inflación. El queso a 15.000 y 20.000 libra, plátano a 2.000 unidad, la carne por las nubes, cuando son productos que no se importan y cualquier incremento de sus insumos no implica una variación exagerada del precio. Es una típica sinvuergüenzura de unos comerciantes que sin asco alguno se aprovechan para obtener mayor ganancia de lo normal.
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La inflación hay que saber controlarla. ¿Quién la controla? Pues el gobierno nacional a través del diseño de una política fiscal, con el Banco de la República en cuanto a las tasas de interés de los créditos para que no haya circulante exagerado en los bolsillos de los consumidores. Sin embargo, hay distinguir si se trata de una inflación desbordada, para lo cual se espera la actuación del ejecutivo nacional, o si es una especulación.
Para la especulación, el gobierno tiene a la Superintendencia de Industria y Comercio, el Estatuto del Consumidor con su Ley 1480 de 2011; y a nivel territorial, los alcaldes con el mecanismo de control de precios, pesas y medidas y las normas del Código Nacional de Seguridad y Convivencia Ciudadana (Ley 1801 de 2016). O simplemente, importar los productos que sean objeto de especulación para que el precio interno baje. Hay que ejercer el principio de autoridad.
Ministro de Hacienda. José Antonio Ocampo
Pero quien tiene el poder sobre este comportamiento peligroso de la economía es el Presidente de la República con su ministro de hacienda, metiendo en cintura a los especuladores para que los precios de los bienes y servicios sólo suban el valor del IPC. Parece que hay un nuevo cartel: el del queso.
Ahora bien, ¿qué papel desempeñan los alcaldes en este concierto del desconcierto, donde el cayeye, o mote de guineo verde con queso, que era la comida del pobre en la Costa Atlántica, parece un alimento importado del Japón? ¿Qué dicen los candidatos?
"Artículo de Francisco Cuello Duarte y publicado en el diario El Heraldo de Barranquilla, Colombia."
FRANCISCO CUELLO DUARTE
CONSULTOR POLÍTICO
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