Evocando la famosa canción del recién fallecido “Rey del despecho”, Darío Gómez, podemos señalar que en Colombia si hay cosas eternas como la corrupción y la lentitud de la justicia, mientras que hay otras que las quieren acabar a la brava, como el peligroso escenario que vive actualmente la Policía Nacional, donde cierto grupo subversivo le ha puesto precio a la cabeza de estos humildes servidores públicos ante lo cual el Director General de esa institución, Jorge Luis Vargas, clama por la solidaridad del pueblo colombiano, como un deber ciudadano consagrado en el artículo 95 numeral 2º, de la Constitución Política, cuya letra dice:
“Toda persona está obligada a cumplir la Constitución y las leyes. Son deberes de la persona y del ciudadano: 2. Obrar conforme al principio de solidaridad social, respondiendo con acciones humanitarias ante situaciones que pongan en peligro la vida o la salud de las personas”.
Y es lo menos podemos ofrecer a estos héroes de la patria que patrullan, día y noche, campos y ciudades, mientras dormimos y roncamos. Es inaudito que cuando maltratan un animal, una mascota por ejemplo, los organismos de defensa de estos animales, protestan, como es lo normal, ponen el grito en el cielo y estremecen a los medios de comunicación y las redes sociales hacen eco de esas voces de protesta. Sin embargo, cuando se trata de un Policía, como lo hemos visto recientemente con los 40 agentes asesinados este año, producto del “plan pistola” del Clan del Golfo, la comunidad se distrae con los partidos de la selección femenina de foot ball, con la llegada de Bacca al Junior y los enredos de pareja del cantante Nicky Jam, como un acto de mezquindad colectiva. ¿Vale más la vida de una mascota que la de un Policía?
Además, parece que alguien está interesado en acabar con esta institución, reestructurarla, sin tener en cuenta el comportamiento agresivo de las bandas que a diario protestan en las calles de las grandes ciudades, tirando piedras y quemando buses. ¿Será posible cambiar el bolillo por una flor? Una flor para fumar o para mascar, como en la canción de Pablus Gallinazus, cuando muchos creen que estamos en Dinamarca, cuando en verdad, vivimos en Cundinamarca.
En cambio, lo que es verdaderamente eterno, es la lentitud de la justicia colombiana con procesos de más 15 años dando vuelta en los juzgados y tribunales esperando que la polilla o el comején desaparezca el material probatorio. Y cuando anuncian una reforma de un Código es para cambiar la portada del libro y aumentarle unos artículos para enredar más su aplicación como la araña que teje sus hilos para atrapar los insectos.
Por ejemplo, el Código General Disciplinario, Ley 1952 de 2019, con 265 artículos, se hizo sobre el mismo molde del anterior, Código Disciplinario Unico, Ley 734 de 2002, que tenía 224 artículos. Nada cambió. Todo bien, como dice el Pibe.
"Artículo de Francisco Cuello Duarte y publicado en el diario El Heraldo de Barranquilla, Colombia."
FRANCISCO CUELLO DUARTE
CONSULTOR POLÍTICO
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