SONAMBULISMO ELECTORAL

SONAMBULISMO ELECTORAL

Vale destacar la poca importancia que los gobiernos le dan a estas campañas electorales en nuestro país, especialmente en la financiación de las mismas. Algunos dirigentes, irresponsablemente, la califican como la fiesta de la democracia, tratando de tapar con los dedos los destellos de candela que salen de ese infierno.

Desde hace varios meses, antes de que se prendiera el ventilador de Aida Merlano, ya se sentía la crisis financiera en el panorama electoral. Las épocas de las vacas gordas eran cosas del pasado y la bonanza de otras campañas era cuestión de una etapa donde el dinero corría sin ningún control, pues las autoridades son ciegas en este espectáculo de circo romano moderno.


Ahora bien, si el año electoral coincidía con el carnaval del Caribe, estas festividades pasaban a la historia como una locura colectiva. El carnaval se vestía de pueblo, y un pueblo con licor en la cabeza es capaz de cualquier diablura.


Así las cosas, las campañas comenzaban el año anterior desde las fiestas de las velitas (8 de diciembre), empataban con el pre-carnaval, 24 de diciembre, fin de año, fiesta de reyes, veinte de enero (corralejas y caimán) y carnaval en pleno. La ayuda económica electoral se sentía en todos los rincones del país con las matrículas de los niños, útiles escolares, media beca universitaria, medicinas para los enfermos pues el elector se quejaba de dolores por todo su cuerpo, mientras que las sedes políticas permanecían llenas de gente esperando la llegada del candidato, de quien generalmente recibían no sólo un saludo fraternal, sino también un billetico dulcemente enrollado para no despertar sospechas. Abundaba el cariño.


Ahora, por efectos de la pandemia y del corte de las fuentes privadas de financiación, el panorama parece un mundo azotado por la hojarasca de García Márquez: una soledad fantasmal con una secretaria que ingenuamente trata de sortear los ánimos y comentarios insultantes del elector que llega en busca de una pequeña ayuda a cambio de un voto incierto, varias veces vendido en otras sedes sin importar el bando político, pues a estas alturas el pueblo ya perdió el color. Allá en el fondo, de vez en cuando, se oyen voces altaneras de “mochileros” anunciado la venta de votos pertenecientes a electores fantasmas.


Vale destacar la poca importancia que los gobiernos le dan a estas campañas electorales en nuestro país, especialmente en la financiación de las mismas. Algunos dirigentes, irresponsablemente, la califican como la fiesta de la democracia, tratando de tapar con los dedos los destellos de candela que salen de ese infierno.


Además, olvidan que cada cuatro años se mueven entre 3 y 4 billones de pesos, para conformar el nuevo Congreso de la República, donde el pueblo se sorprende cómo llegan algunos personajes que en forma mágica logran su curul. Este dinero penetra en toda la economía del país: publicidad, diseñadores, comercio, ferreterías, gremio del transporte urbano, restaurantes, pregoneros jóvenes y medios de comunicación, entre otros.


Parte de este dinero viene del narcotráfico y otro tanto de la corrupción en beneficio de muchos candidatos, mientras que los honestos tragan saliva de rabia y luchan desesperadamente para alcanzar una curul en ese mundo desigual.

"Artículo de Francisco Cuello Duarte y publicado en el diario El Heraldo de Barranquilla, Colombia."

Francisco Cuello Duarte

FRANCISCO CUELLO DUARTE

CONSULTOR POLÍTICO

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